Arte hasta la extenuación. Así es
Raphael. Y así son los artistas que son de otra pasta… los que además de no
cortarse la coleta deciden continuar sobre las tablas reinventando su talento,
sacando disco por año, colaborando con nuevas figuras, interactuando con sangre
joven y ofreciendo giras interminables. Raphael cuya vitalidad, edad y
capacidad de trabajo es solo comparable con la del mismísimo Sir McCartney nos
lleva a pensar que estamos ante artistas de otra pasta… o quizá también ante
artistas de una generación especial… la de aquellos que nacieron en tiempos de
posguerras y penurias… contextos sociales que posiblemente les hayan convertido
en una raza superior frente a la de artistas surgidos en tiempos más
confortables.
Dos horas y media de concierto en un
Pabellón Pisuerga contribuyeron al disfrute a capricho de 3.000 espectadores de
diferentes generaciones. El arte de la reinvención y el trabajo ha logrado que
la audiencia de Raphael no sea excluyente en cuanto a edades. Y para colmo, su
nueva gira ‘Loco por cantar’ es una exhibición de poderío, sensibilidad,
canciones de amor y power-rock. Sí.. así, como suena, rock del poderoso
dosificado estratégicamente y expuesto con una banda de las de cuando el rock
iba de colosal. En este sentido, no faltó ni la explosión a modo de ‘intro’
inicial ni las batallas instrumentales y vocales en los temas de su último
trabajo. A destacar el épico ‘Carrusel’ que marcó el ecuador del concierto, así
como los primeros momentos del show con ‘Infinitos Bailes’ y ‘Aunque a veces
duela’. Pero, sin duda alguna, la pirueta de la actual gira de Raphael está en
la capacidad para ensamblar su capacidad dramática con las viejas canciones y
su actual y poderosa banda. La interpretación de ‘La Noche’ fue la
materialización de ese cruce poderoso… y la constatación de todo lo que sigue
significando Raphael en nuestra música popular. Y eso es intensidad sin
límites, la escuela ‘crooner’ de la segunda mitad del siglo XX.
Hubo ‘Tamborilero’, hubo ‘Mi gran
noche’, ‘En carne viva’, ‘Yo soy aquel’… la exhibición de un repertorio que
sería de dominio público si no fuera porque Raphael siempre hace suya cada
interpretación. Y en este sentido puede permitirse todo: Desde cantar a pulmón
respetando la melodía hasta recurrir a la recitación en los finales más
extenuantes. Porque de Raphael su público disfruta hasta la extenuación… ¡qué
puede haber más escénico que ello….!
Finalmente, en un concierto de
Raphael nunca podemos olvidarnos de Manuel Alejandro, cuya firma rubricó en el
Pisuerga momentos como ‘En carne viva’, ‘Qué sabe nadie’ o el rotundo cierre de
‘Como yo te amo’. Música popular expresada por un genio superviviente y
superior. ¿Qué más se puede pedir? (FUENTE: NOTICIAS RLM)
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