“El órgano es
sacerdotal por destino; arquitectónico en cuanto a la forma; obra maestra de la
inteligencia humana por lo que respecta a su estructura, participa en cierto
modo de los caracteres que imprime la Religión a cuanto toca: antigüedad,
perpetuidad, universalidad, unidad, autoridad, es voz y orquesta, representa lo
que tienen de inmutable las formas del canto litúrgico”.
La Basílica menor de La Ceja del Tambo alberga en su
coro uno de los más hermosos órganos tubulares de Colombia, cuya mayor
particularidad a la fecha es encontrarse funcionando adecuadamente, como lo
hizo desde mayo de 1923 cuando lo instaló por primera vez en la entonces
Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de la Ceja del Tambo el lutier aguadeño
Luis Gallego.
El órgano tubular es de fabricación italiana,
producido por la casa Balbiani, tiene 1300 tubos que son accionados por
movimientos producidos desde tres teclados, de los cuales dos son manuales y
uno de pedal. Los tubos están repartidos en diez juegos, dentro de los cuales
se destaca uno que lo hace sonar como un conjunto de violines que el maestro
Jaime Santamaría, -quien fuera el músico que tuvo el honor de inaugurarlo-
describía como “un juego de voces celestes con un hermoso registro sonoro y
pastoso”.
El órgano fue adquirido por el Señor Cura Párroco
Jesús María Piedrahita gracias a las donaciones de los feligreses. Su costo,
una vez instalado fue de $4.400 pesos, valor en el que estaba incluido el flete
marino hasta Barranquilla, el viaje en barco hasta Puerto Berrio a través del
Rio Grande de la Magdalena, y en tren hasta Medellín en el Ferrocarril de
Antioquia. El viaje hasta La Ceja lo realizo a lomo de mula.
El órgano cuenta con ensanches en la unión del segundo
teclado manual con el primero, y unión del pedaliero con el primer teclado
manual, tiene superoctava de tutti y tremolo, Los hermanos Vieco le hicieron en
1929 un registro que acopló los bajos
del pedaliero al primer teclado manual para que lo pudieron interpretar
pianistas, es decir músicos intérpretes de los teclados existentes en esa época
que no supieran tocar los bajos del pedaliero.
El órgano requirió un desmonte realizado por los Vieco
y un nuevo ensamble en 1937, debido a que debió ser movilizado mientras se
construía el nuevo frente gótico que reemplazó al averiado frente románico
afectado por el evento telúrico acaecido previamente.
El órgano funcionó en sus primeros años bajo la acción
de un sistema neumático cuyo fuelle requería la presencia de un hombre que
accionaba un pedal que lo alimentaba del aire necesario para que sus tubos
sonaran. Por eso hasta la década de los años cincuenta del siglo XX, se
necesitaban dos personas para hacerlo sonar: el músico y el encargado del
fuelle.
Fue gracias a la iniciativa del Señor Cura Párroco
Monseñor Miguel Aristizabal, y bajo la asesoría del músico italiano Padre
Fermín Pupulin, S.S., que se hicieron las gestiones necesarias para ponerle un
motor y repararle algunos tubos.
Además del maestro Jaime Santamaría Vasco, al órgano
de la basílica lo interpretaron en el
siglo XX los maestros José María Bravo Márquez, y la dinastía de los Bernal,
músicos de La Ceja, encabezados por el maestro Samuel Bernal Patiño y seguido
por sus hijos los maestros Bernal González: Manuel J., Alejandro, Jesús María y
Juan Alberto. (redacción: Gmo. Alejandro Bernal R)
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