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sábado, 18 de julio de 2015

EL ÓRGANO DE LA BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN DE LA CEJA DEL TAMBO.


“El órgano es sacerdotal por destino; arquitectónico en cuanto a la forma; obra maestra de la inteligencia humana por lo que respecta a su estructura, participa en cierto modo de los caracteres que imprime la Religión a cuanto toca: antigüedad, perpetuidad, universalidad, unidad, autoridad, es voz y orquesta, representa lo que tienen de inmutable las formas del canto litúrgico”.
La Basílica menor de La Ceja del Tambo alberga en su coro uno de los más hermosos órganos tubulares de Colombia, cuya mayor particularidad a la fecha es encontrarse funcionando adecuadamente, como lo hizo desde mayo de 1923 cuando lo instaló por primera vez en la entonces Iglesia de Nuestra Señora del Carmen de la Ceja del Tambo el lutier aguadeño Luis Gallego.
El órgano tubular es de fabricación italiana, producido por la casa Balbiani, tiene 1300 tubos que son accionados por movimientos producidos desde tres teclados, de los cuales dos son manuales y uno de pedal. Los tubos están repartidos en diez juegos, dentro de los cuales se destaca uno que lo hace sonar como un conjunto de violines que el maestro Jaime Santamaría, -quien fuera el músico que tuvo el honor de inaugurarlo- describía como “un juego de voces celestes con un hermoso registro sonoro y pastoso”.  
El órgano fue adquirido por el Señor Cura Párroco Jesús María Piedrahita gracias a las donaciones de los feligreses. Su costo, una vez instalado fue de $4.400 pesos, valor en el que estaba incluido el flete marino hasta Barranquilla, el viaje en barco hasta Puerto Berrio a través del Rio Grande de la Magdalena, y en tren hasta Medellín en el Ferrocarril de Antioquia. El viaje hasta La Ceja lo realizo a lomo de mula.
El órgano cuenta con ensanches en la unión del segundo teclado manual con el primero, y unión del pedaliero con el primer teclado manual, tiene superoctava de tutti y tremolo, Los hermanos Vieco le hicieron en 1929 un registro que acopló  los bajos del pedaliero al primer teclado manual para que lo pudieron interpretar pianistas, es decir músicos intérpretes de los teclados existentes en esa época que no supieran tocar los bajos del pedaliero.
El órgano requirió un desmonte realizado por los Vieco y un nuevo ensamble en 1937, debido a que debió ser movilizado mientras se construía el nuevo frente gótico que reemplazó al averiado frente románico afectado por el evento telúrico acaecido previamente.
El órgano funcionó en sus primeros años bajo la acción de un sistema neumático cuyo fuelle requería la presencia de un hombre que accionaba un pedal que lo alimentaba del aire necesario para que sus tubos sonaran. Por eso hasta la década de los años cincuenta del siglo XX, se necesitaban dos personas para hacerlo sonar: el músico y el encargado del fuelle.
Fue gracias a la iniciativa del Señor Cura Párroco Monseñor Miguel Aristizabal, y bajo la asesoría del músico italiano Padre Fermín Pupulin, S.S., que se hicieron las gestiones necesarias para ponerle un motor y repararle algunos tubos.    

Además del maestro Jaime Santamaría Vasco, al órgano de la basílica lo  interpretaron en el siglo XX los maestros José María Bravo Márquez, y la dinastía de los Bernal, músicos de La Ceja, encabezados por el maestro Samuel Bernal Patiño y seguido por sus hijos los maestros Bernal González: Manuel J., Alejandro, Jesús María y Juan Alberto. (redacción: Gmo. Alejandro Bernal R)

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