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| Majestuosa la segunda jornada del Festival Estéreo Picnic |
Nuestra Trinidad de días va cumpliendo sus promesas a cada hora, y el
viernes 13 de marzo nos puso en el centro de #UnMundoDistinto para una jornada
irrepetible, llena de emociones fuertes. Tal vez "Locura" sea la
palabra que mejor logre contener todo lo que pasó desde que la tarde entraba en
el Parque 222 y la música empezaba a tomar su curso. Así fueron pasando las
bandas por el Escenario Tigo, el Caracol y El Club Social, mientras desfilaban
frente a ellos muchas clases de sombreros, disfraces, nacionalidades, faldas,
sentimientos y barbas para celebrar la vida a través de los géneros y las
generaciones.
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De hecho el show de DMK abriendo el cartel fue una
conversación conmovedora de generaciones. El padre y los hijos (de 8 y 11 años)
que componen esta inusual banda nacional, le daban inicio a más de 11 horas de
música sin respiro con sus versiones de Depeche Mode armadas con flautas,
xilofonos y juguetes. Danicattack y Okraa reventaban los amplificadores del Escenario
Caracol mientras la gente se amontonaba esperando el desenfrenado neo-folclor
de Herenecia de Timbiquí y Rancho Aparte. Gente de todos los rincones de
nuestro país iban dibujando una jornada diversa, colorida y fundamental para el
circuito contemporáneo de la música local.
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Los debutantes Milmarías
hicieron los suyo sobre la inmensa tarima del Escenario Tigo Music. Mientras
que ahí mismo, Cali se hizo sentir desde el siempre emblemático sonido de los
Superlitio y esas grades canciones que una vez más todo Estéreo Picnic se
rindió a cantar. Por su lado, Puerto Candelaria encarrilaría dentro de la
cumbia y el jazz de avanzada una presentación que el Festival siempre esperó
tener, y que ahora tuvo sin un momento de decepción a sus espaldas.
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Ya
las luces del Hippie Market se balanceaban sobre las cabezas de aquellos que se
paseaban entre colgantes, vinilos, botas y flores... muchas flores. Otros se
dejaban caer en los sofás buscando fuerzas para los siguientes espectáculos.
Esto solo empezaba y Alt-J no necesitó que la gente mirara la programación para
identificarlos; la masa de gente los aguardaba silbando y chillando su nombre.
Con visuales preciosistas de fondo, los ingleses acariciaron los tímpanos de
todo el Parque 222 entre guitarras y sintetizadores, dejando muy claro por qué
son los responsables de un nuevo peldaño en la evolución del indierock.
Después, ahí, en el mismo Escenario Tigo Music, el espíritu inmortal de Bob
Marley ondeó la bandera de Estéreo Picnic muy alto. Lo del heredero Damian
Marley esa noche no solo fue una clase de reggae magistral, sino una comunión
universal de amor y musica.
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Para cualquiera que estuvo allí –si logró entrar a la abarrotada carpa del
Escenario Caracol– fue evidente que Rudimental estaba rompiéndolo todo con cada
beat durante su debut colombiano. El suelo temblaba cada vez que este combo de
formidables frontmen invitaba a la gente a saltar al ritmo de su deliciosa
fusión Dubstep/R&B/House. Incluso le regalaron una sorpresa a la ya alucinada
concurrencia con un nuevo tema surgido de su colaboración con Ed Sheeran. No
lejos de allí, y como si fuera el mismo público, Chet Faker hipnotizaba el paso
de un escenario a otro, captando adeptos en cada estrofa y cada compás. El
australiano se sorprendió porque encontró competencia de volúmenes con un
público que se las sabía todas. Sí, fuimos felices porque pudimos escuchar
todas esas canciones del Built on Glass en un éxtasis colectivo inexplicable.
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Aquí todos los creyentes de #UnMundoDistinto tuvieron la oportunidad de
sacar el niño interior a jugar, en medio de batallas improvisadas a las que
incitaba la piscina de pelotas. También deslizándose y gritando en la tirolina
de Trident o en el tobogán inflable de Axe. Supimos que en algún lugar de esta
celebración miles de personas se tomaron fotos junto a una oruga que iluminaba
el camino de este bosque lleno de encanto y posibilidades que es Estéreo
Picnic...
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Pero la música seguía y nuestros siempre adorados, ovacionados
y esperados Aterciopelados nos devolvieron la esencia y nos mostraron que el
verdadero rock colombiano siempre va más allá de las apariencias en sus manos.
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Andréa
Echeverri y Héctor Buitrago tuvieron trabajo para hacerse oír por encima de las
miles de almas que ya sabían de memoria las idiosincracias de sus clásicos. Fue
un show maravilloso en cada respiro y en cada acorde. Los efectos, los
atuendos, las llamaradas de fuego y las flores gigantescas completaban la
composición de este paisaje, en el que toda la gente se perdía a la vez. Desde
las primeras filas hasta en las bardas
de seguridad en donde la policía y la logística también las cantaban al
unísono.
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Luego, desde el panóptico del mejor rock británico, Kasabian
fulminó un Escenario Caracol para ofrecer un set demoledor. En las líneas
claroscuras de sus letras, en el golpe contundente de guitarra, en el inmenso
gain del bajo y los sintetizadores desbocados, sonaron 'Eez-eh', 'Days Are
Forgotten', 'LSF' y nadie sabía qué hacer para contener tanta euforia.
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El
cierre del Escenario Tigo Music vio en Colombia por primera vez a los inmensos
Kings of Leon, ofreciendo un espectáculo impoluto; a ratos brutalmente
desatado, a ratos perfectamente contenido. Los cuatro de Nashville demostraron
por qué son monarcas de los estadios y de las listas en todo el territorio del
rock contemporáneo. Regalaron buenos temas tempranos ('The Bucket', 'Taper Jean
Girl'), esperados ('Supersoaker', 'Closer') e inmortales ('Use Somebody', 'Sex
On Fire'). Sus incansables seguidores seguían cada línea a pleno pulmón y así,
inmersos en el eco de esa voz ronca, vieron volver subir al cuarteto al estrado
para regalar no uno, sino tres recuerdos que concluyeron en juegos pirotécnicos
y éxtasis absoluto.
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El broche final del mejor viernes 13 que se
recuerda lo puso Major Lazer, que unieron en perfecta hermandad la euforia y la
locura. Con Diplo a los platos, convirtieron el escenario Caracol en una bomba
de relojería que estalló en repetidas ocasiones, como cuando Damian Marley se
subió a la tarima a rapear por sorpresa, o cuando todo el público se quitó la
camiseta para ondearla siguiendo el estruendo de los altavoces. Acompañados por
hipnóticos visuales e hipnóticas bailarinas, pincharon un hit tras otro dándole
pleno significado a la palabra fiesta. Seth Troxler se encargó de cerrar la
monumental jornada con beats diestramente encadenados para los que siguieron en
pie hasta el finaL.
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